lunes, 2 de mayo de 2011

Qué ojos más grandes tienes, Caperucita

Con ésta ya son dos veces las que menciono a Amanda Seyfried, aunque en esta ocasión el papel no tenga nada que ver con el de Querido John. O sí, no lo tengo muy claro.


El asunto es que Amanda es una Caperucita convincente y eso que no era fácil adaptar un cuento clásico a los gustos modernos… salvo si se utiliza la estética Crepúsculo. La crisis está en todas partes y hay que apostar sobre seguro, es totalmente comprensible.

La película es entretenida y decente, que es más de lo que esperaba leyendo las críticas. No niego que tiene algunos momentos para el bochorno, como la comunicación telepática con el lobo, la llegada de Gary Oldman a modo de exorcista de licántropos o el clásico qué-ojos-más-grandes-tienes, que parece metido a presión y en el peor momento posible. Pero quitando eso, no lamento haberla visto y la ambientación y la fotografía estaban muy cuidadas.

Las principales conclusiones que extraigo son, primero, que el camino hacia la madurez de Virginia Madsen es de todo menos natural (y es una lástima) y que Shiloh Fernandez hubiera sido un perfecto Edward Cullen. Total, el personaje es el mismo.

miércoles, 12 de enero de 2011

Las películas de superhéroes están cambiando

He de reconocer que no soy seguidora acérrima de las películas basadas en cómics, pero en estos últimos tiempos estoy haciendo algunas excepciones, sobre todo con los personajes de la factoría Marvel. No es un cambio de opinión radical, lo que sucede es que las películas basadas en cómics han subido su estándar de calidad y han ampliado su espectro de público objetivo. Buen ejemplo de ello son películas como Iron Man, Sin City o la gran V de Vendetta.

Acabo de ver Iron Man 2 y no desmerece la primera parte, o al menos a mí no me lo pareció. Es una historia bien construida, con suspense, acción, efectos especiales, grandes actores e historia de amor. Igual que no imagino a otra Escarlata O’Hara que no sea Vivien Leigh, no imagino a otro Iron Man que no sea Robert Downey Jr. Aprovecho para decir que todo el mundo debería verlo riéndose de sí mismo en Tropic Thunder. Todo lo que hace está bien hecho, salvo aquellos problemillas con las drogas y la justicia en los 90 (que incluso son parte de su encanto). Esta segunda parte, además, gana con la presencia de Iván Vanko: en algunos planos aún se encuentran destellos del Mickey Rourke de Nueve semanas y media. Requiere algo de imaginación y buena voluntad, pero el que tuvo retuvo. Gwyneth está estupenda como siempre (¡quién fuera Pepper Potts!) y Scarlett algo sosa como action woman, pero dudo que al sector masculino le importara demasiado.



Poco se puede decir que una película como V de Vendetta, salvo que redefinió el concepto de película-basada-en-cómic. A priori me parecía extraño que Natalie Portman se involucrara en una película de este género, pero, quién más quién menos, tiene que tomarse un respiro de las películas profundas de vez de en cuando. Después de verla te das cuenta de que, aunque probablemente no es su mejor trabajo, cualquiera hubiera querido estar en V de Vendetta. Es entretenimiento que te obliga a reflexionar y posicionarte a cada minuto, lo que requiere un equilibrio muy delicado para no caer en la arenga pseudo-filosófica. En las manifestaciones de los estudiantes británicos contra las últimas reformas del Gobierno de Cameron algunos de ellos lucían máscaras de V: si esos son los iconos de la próxima generación igual tampoco estamos tan mal.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Querido John, de los creadores de Tea Party y el anillo de castidad


Debí imaginarlo. La película Querido John está basada en una novela de Nicholas Sparks, autor, entre otras, de El diario de Noa y Noches de tormenta, obras cumbres del drama edulcorado. 


Debí imaginar que el exceso de azúcar refinado en Querido John sería importante, pero decidí que una película capaz de desbancar a Avatar en la taquilla estadounidense merecía una oportunidad. 
 Lo que no alcanzaba a imaginar era que la película estaba hecha a gloria del Tea Party y esa legión de adolescentes con anillo de castidad y camiseta de los Jonas Brothers. Procedo a resumir el argumento, para ahorrar más visionados (sí, habrá spoilers, pero deberíais agradecérmelo):

1 – John, marine-entrenado-para-matar de permiso, conoce a Savannah, estudiante de collar de perlas y belleza sureña, y pasan dos semanas riendo, retozando en la hierba y haciendo obras de caridad. Se juran amor eterno (ojo: aún no ha habido sexo) y se intercambian cartas durante un año, en las que hablan de todo y de nada (más de nada que de todo, la verdad)

2- John vuelve de permiso y por fin hay sexo, no sabemos si con métodos anticonceptivos. Pero ocurre que John, como tantos otros, se reengancha a los marines tras el 11S, bajo la mirada orgullosa de Savannah, que sabe que su hombre está haciendo lo que tiene que hacer.

3- Toneladas de cartas y un par de años más tarde, Savannah le envía una carta para decirle que está cansada de estar sola y que se casa. Es este momento uno piensa “¡Será cerda, la muy egoísta!”, pero no así John, que se limita a quemar todas sus cartas y a explicar brevemente lo ocurrido a un amigo, sin decir ni una sola grosería. Todos sabemos que ésta es la conducta que cabría esperar, como bien nos enseñó Generation Kill y otras tantas películas y series, todo ello porque John antes era un chico malo y el ejército le salvó.   

4- Años más tarde, en los que no ha dejado de combatir por su país cual Rambo, John se reencuentra con Savannah, sólo para descubrir que se casó con un amigo suyo de toda la vida. Ella le explica que se casó con él por echarle una mano con su hijo autista, que digo yo que ya podría haberle ayudado un poco más de lejos, que tampoco hacía falta implicarse tanto. Ahora él está enfermo, así que en lugar de partirle la cara, John le da el dinero para que reciba un nuevo tratamiento. Por supuesto no se lían (aunque a Savannah se le transparentan las ganas), porque eso estaría mal.

Qué bonito es el amor, pero no tanto como el compromiso con la patria. Fdo. Sarah Palin.